La argirelina, al igual que el bótox, es un inhibidor de los neurotransmisores: reduce la producción de acetilcolina, lo que provoca la detención de las contracciones y la parálisis de determinados músculos faciales. En consecuencia, reduce la formación de nuevas arrugas y la profundización de las ya existentes en la piel. Sin embargo, su acción, a diferencia del Botox, no es invasiva: la argirelina tiene la capacidad de penetrar profundamente en la piel y, en lugar de inyecciones, puede utilizarse en forma de dermocosméticos (normalmente cremas con una concentración del 10%).
El uso de la argirelina también está respaldado por su seguridad y su falta de toxicidad. Por lo tanto, es una gran alternativa para las personas que buscan un método no invasivo, seguro e indoloro para combatir la aparición de arrugas en la piel. Por desgracia, los efectos conseguidos no son duraderos y los cosméticos con argirelina deben utilizarse a diario o cada pocos días.